LA FELICIDAD SEGÚN ARISTÓTELES

La Felicidad según Aristóteles

La felicidad, según Aristóteles, es la meta suprema, el fin final. Aquello que no perseguimos para alcanzar otra cosa, sino que ella, en sí misma, es lo que buscamos.  Mientras el honor, la riqueza o el placer se eligen en busca de la felicidad, esta última la escogemos por encima de todo.

El camino hacia esa felicidad está en la virtud, que sería el punto de equilibrio entre el exceso y la carencia. La persona feliz, siempre según aristóteles, es la que vive bien y obra bien, entendiendo que el obrar sigue al ser y que la felicidad a través de la trascendencia es la finalidad de nuestra vida.

Para Aristóteles la felicidad, o eudemonía, depende de uno mismo, es decir, puedes elegir ser feliz. La felicidad es lo mejor, lo más bello y lo que más deleite proporciona.

La belleza está en en la rectitud, en la buena obra y esto nos remite al antiguo concepto griego de kalokagathia, donde el bien moral y la nobleza de aspecto van de la mano y configuran la forma ideal de comportarse.

Sería una especie de “mens sana in corpore sano”, un ser guapo y valiente, bueno y honrado a la vez. Una concurrencia de varias virtudes en equilibrio que determinan la persona ideal. Así, la virtud humana no reside en el cuerpo, sino que la felicidad es una actividad del alma.

El equilibrio de la virtud lo vemos de forma clara en la frase “en el punto medio está la virtud” que todos hemos utilizado alguna vez. Así, cada virtud se encuentra en ese punto entre el exceso y la carencia. La persona virtuosa sabrá cómo bromear sin llegar a ser impertinente o cuánto beber sin pasarse, pero sin vivir privación.

La definición de virtud de Aristóteles no contempla eliminar los deseos, no trata de reprimirlos,  sino encauzarlos hacia la felicidad de forma equilibrada. Convertir nuestra vida en virtuosa pasa por adquirir un hábito. El que practica el coraje se convierte en valiente, de manera que obrar de una forma concreta configura el carácter. Volvemos a que “el obrar sigue al ser”.

Esta formación del carácter es un pilar de la filosofía y ética griegas, y Aristóteles fue de los filósofos que más aportó y que más tiempo dedicó al tema de la felicidad.

LAS VIRTUDES ARISTOTÉLICAS

Estas son las virtudes según Aristóteles. Siempre entendidas como el punto medio entre dos extremos que no son deseables en la búsqueda de la felicidad.

CORAJE

Es una virtud que bien practicada conduce a ser valiente. El equilibrio está entre la cobardía y la imprudencia o temeridad que practica una persona inconsciente. La valentía implica un conocimiento del peligro, pero se afronta con decisión.

TEMPLANZA

El punto medio entre la tendencia de la persona a perdonar las ofensas con facilidad con un exceso de indulgencia y la insensibilidad absoluta hacia los demás. Tanto un extremo como otro nos alejan de la virtud.

CARIDAD

Esta virtud encuentra el punto medio entre la mezquindad o tacañería y la excesiva generosidad más allá del acto responsable.

MAGNIFICENCIA

Aristóteles encuentra una virtud en vivir con abundancia pero sin ostentación. El equilibrio entre un exceso de recato y lo vulgar o mezquino. Ni tener una vida de ascetismo ni buscar lo llamativo y ostentoso.

MAGNANIMIDAD

El punto medio de esta virtud se encuentra entre la falsa modestia de aquellos que temen darse crédito y los delirios de grandeza de quien quiere aparentar más que los demás. Gestiona el orgullo, la autoestima, la confianza en uno mismo y el amor propio.

PACIENCIA

Como bien dicen, “la paciencia es la madre de la ciencia” y es que esta virtud nos permite controlar nuestro temperamento. Pero Aristóteles siempre lo entiende de forma equilibrada entre un exceso de visceralidad y la pasividad en situaciones que deberían enojarnos.

HONESTIDAD

Esta virtud aristotélica encuentra el punto medio entre la mentira y la falta de tacto para valorar si se dan las mejores circunstancias para decir la verdad.

INGENIO

Entre ser un bufón y aburrir a los demás hay un punto ideal donde Aristóteles ubica la virtud de la persona ingeniosa.

SIMPATÍA 

Entendida como la capacidad para generar amistad y afabilidad, para Aristóteles es una virtud central, aunque como en toda virtud hay que encontrar un punto entre la antipatía o el ser huraño y el exceso de afabilidad que puede desviarnos de obligaciones importantes.

VERGÜENZA

Entre la timidez y la desvergüenza o falta de respeto está el equilibrio de esta virtud. En su justa medida nos permitirá aprender de los errores y superar el miedo a expresarse que está en el polo opuesto a la osadía extrema.

JUSTICIA

La última virtud aristotélica habla de la equidad en el trato con los demás. A medio camino entre el egoísmo y la falta de amor propio, Aristóteles dedica todo un capítulo a esta virtud y sus diferentes formas.

EL BIEN SOBERANO SEGÚN ARISTÓTELES

Conocer la felicidad es un camino que debe partir de lo más evidente, de lo que ya conocemos y viajar hasta lo más opaco. Para ello centramos el inicio en el concepto de Bien, de forma genérica, para llegar al de Bien Soberano, que sería el fin último, el bien absoluto y único que no tiene relación con riqueza, salud o cualquier otro aspecto relativo.

El bien es un ente que se expresa a partir de su parte fundamental, en la que reside su interés. También a partir de rasgos considerados positivos, como las virtudes. Se expresa a partir de su cantidad, buscando su medida, de su utilidad, de su tiempo y lugar. Por tanto, ese bien general es relativo, ya que se expresa en diferentes categorías. 

El bien supremo es querido por sí mismo, por lo que debemos orientar nuestra vida hacia una conveniencia que no es otra que alcanzar el máximo bien. 

Lo que más conviene a la propia naturaleza del hombre es el bien, y de entre todos los tipos de bien, la felicidad es ese bien soberano, autosuficiente, el que por sí mismo convierte la vida en amable.

LOS TRES BIENES DE ARISTÓTELES

Aristóteles divide los bienes en tres clases:

Los bienes exteriores

Los bienes del cuerpo

Los bienes del alma

De los tres, los Bienes del Alma son los de mayor propiedad, ya que entiende la felicidad como una actividad del alma. Una actividad del hombre feliz, que vive y obra bien, que tiene una vida dichosa y que cuya conducta se guía por la rectitud.

Para Aristóteles, el bien es la actividad más propia del hombre. No es algo que se puede poseer, un bien externo, ni una actividad de facultades superiores como la inteligencia o la voluntad.